¿Reflexionamos sobre esta frase?
Los papás y mamás la hemos dicho en alguna ocasión a la hora de decirle a nuestros hijos e hijas algo que no queremos que hagan. Pero, si la analizamos profundamente, ¿no tiene cierto ápice amenazante? Con esta frase, potenciamos que nuestros hijos e hijas no desarrollen la confianza suficiente con nosotros e, incluso, provocamos que quieran «esconderse» de sus padres a la hora de actuar de ciertas formas (cuestionables o no).
Por eso, hay que hablar con ellos desde otra perspectiva, explicando las consecuencias de realizar ciertos actos y aportando argumentos para que entiendan por qué sus papás y mamás no desearían que hicieran tal cosa. Además, es recomendable darles también su espacio para que ellos o ellas hablen y cuenten por qué les apetece hacerlo, qué sienten, etc.
¿Probamos a intentar eliminar también esta expresión de nuestro vocabulario?